Manejamos. Qué país tan grande, le digo. Qué país
tan vacío, me dice. A lo lejos hay una línea entrecortada, un reguero de puntos
sincronizados marchando a otro cielo. Se acercan. Nos acercamos. El misterio
que es el espacio. El misterio de la forma cuando se pierde en el viento.
Qué país tan grande y tan vacío. Todo asume una
tristeza tan pequeña, tan idiota, tan en medio de la inmensidad. Tan que nadie
ve. ¿Es eso la tristeza? ¿La belleza que no se ve?
Que Dios no exista es problema tuyo. Sobretodo
cuando tú tan poco existes. Quise decir tampoco, pero los escritores hacemos eso. Los
escritores no somos Dios, pero creemos.
“Vístete que nos vamos” es una frase un tanto
absurda dentro de este texto. Pero es que a veces, cuando estoy metida en un país
tan grande y tan vacío, extraño a mi mamá. Es de humanos extrañar a la mamá. Y
el recuerdo materno hace lo que le da la gana, regresa en frases así, como
deshabitadas, como este país tan grande y tan vacío. Vístete que nos vamos.
Todas las mañanas yo me visto para irme. Yo me pongo
bonita, para irme. Pero casi siempre me quedo en la casa.
En este país tan grande y tan vacío, a veces no hay nada que hacer.
Entonces, él llega y me dice: biteste que nossss
vamouss.
Y yo me visto. Y yo me pongo bonita. Y nos vamos.
No comments:
Post a Comment