Thursday, January 24, 2013

no es tan difícil acostumbrarse a las cosas de aquí. la casa nos sueña la rutina. nos sopla las claves de una existencia que a veces, por pequeña, parece insuficiente. y nosotros, pues, nosotros somos mansos, susceptibles, llenos de apaciguada ira.

a veces solo hay que proponerse mirar el cielo, localizar un punto en el cielo, disponerse al viento, a las entrañas del viento. a veces hay que sanar.

ayer tuvimos que sacar una planta de la casa. ayer él y yo tuvimos que deshacernos del cuerpo inerte de una planta. un día fue grande, la planta. un día quiso ser árbol la planta. ayer sentimos su peso verde, sus formas verdes, su plegaria inconsecuente. ayer no lloramos esa partida tan mínima que ahora ha alterado todas las dimensiones de la sala. 

he colgado algunos cuadros para ocultar la torpe ausencia de la planta. los cuadros tienen su historia. una historia más humana que la historia de la planta. 

ahora los cuadros inundan las paredes. pienso en el mar. pienso en un balcón que vi al pasar por la casa del muchacho de los cuadros. pienso en el muchacho que tiene la voz serena y los ojos tristes. pienso en los días que están todos contados. pienso en cómo a veces el tiempo se detiene sobre un hombro, una estrella, un cuadro. trato de no pensar en estas cosas, trato de volver al punto que dejé oculto en el cielo, y pienso, otra vez yo pienso, en lo lejos que estamos, del ruido y del viento, de la noche tibia, del sudor,  y de su risa, de sus manos que no tiemblan, de su boca ancha, de la bondad de tantos besos.

no, no es tan difícil acostumbrarse a las cosas de aquí. al cielo de aquí, al silencio de aquí. sé que es poco probable que compremos otra planta. eso me alivia, como me alivia también que el cactus esté de nuestro lado: dureza inamovible, eternidad filosa que respira.


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